Sebastián sonreía con arrogancia mientras miraba a la novia abandonada.
—Lo sé, lo sé, y lo siento más de lo que puedes imaginar. Había lágrimas en los ojos de Rodrigo—. Daniela y yo… terminó horrible. Me di cuenta de que lo que teníamos no era real. Era solo emoción, aventura, algo prohibido. Pero tú… tú eres real. Tú eres mi hogar.
—No. —Valentina sintió una claridad cristalina—. Yo era tu seguridad. Era la buena chica que siempre estaría ahí, esperándote, mientras tú hacías lo que quisieras. Pero ya no soy esa persona.
—Puedo cambiar. Seré mejor. Seré el hombre que mereces.
—Rodrigo. —Valentina lo miró directamente a los ojos—. Ya no quiero que seas nada. Ya no me importa quién eres o quién podrías ser. Seguiste adelante con mi prima; ahora yo sigo adelante sin ti.
—Es por mi hermano, ¿verdad? —La voz de Rodrigo se volvió amarga—. Sebastián siempre tuvo que tomar lo que era mío.
—Yo nunca fui tuya. Y esto no tiene nada que ver con Sebastián. Tiene que ver conmigo, finalmente valorándome lo suficiente como para no aceptar las migajas de alguien que me trató como segunda opción.
—Valentina, por favor…
—Vete, Rodrigo. Vete y déjame en paz. No hay nada más que hablar.
—¿Eso es todo? ¿Años juntos y simplemente termina así?
—No —corrigió Valentina—. Terminó cuando me dejaste en esa iglesia. Esto es solo yo, finalmente cerrando la puerta que tú dejaste abierta.
Rodrigo la miró por un largo momento, como si finalmente entendiera que había perdido algo irreemplazable. Sin más palabras, se dio la vuelta y se fue. Valentina lo vio alejarse y esperó sentir algo: tristeza, rabia, nostalgia. Pero lo único que sintió fue alivio.
Su teléfono sonó. Era Sebastián.
—¿Estás bien? Marco me dijo que vio a Rodrigo en el terreno.
—Estoy bien. Mejor que bien, de hecho.
—¿Quieres compañía? Puedo estar ahí en quince minutos.
Valentina sonrió.
—Me encantaría.
Cuando Sebastián llegó, no preguntó qué había pasado. Simplemente se sentó a su lado en el pasto, mirando el terreno donde pronto se levantaría el edificio que ella había diseñado.
—¿Sabes qué es lo más extraño? —dijo Valentina después de un momento—. Durante tanto tiempo pensé que Rodrigo era mi futuro. Planifiqué todo alrededor de él. Y ahora que se fue, mi futuro es más brillante de lo que jamás imaginé.
—Eso es porque tu futuro siempre fue tuyo —respondió Sebastián—. Él solo te estaba bloqueando la vista.
Valentina lo miró, realmente lo miró, y en ese momento, sentada en el pasto con planos esparcidos alrededor, con el sol poniéndose y pintando el cielo de naranja y rosa, se dio cuenta de algo que la asustó y la emocionó al mismo tiempo. Estaba comenzando a enamorarse de Sebastián. Y esta vez era diferente. No estaba tratando de ser alguien más, no estaba moldeándose para encajar. Era simplemente ella, y eso era suficiente.
La construcción del campus comenzó un mes después. Valentina estaba en el sitio casi todos los días, supervisando cada detalle, asegurándose de que su visión se materializara exactamente como la había imaginado. Era agotador, desafiante y absolutamente emocionante.
—Los cimientos están perfectos —dijo Marco mientras revisaban el trabajo de la mañana—. Nunca había visto a una arquitecta tan involucrada en cada fase del proceso.
—Este proyecto es más que un edificio para mí —respondió Valentina, observando cómo las vigas de acero comenzaban a elevarse contra el cielo—. Es la prueba de que puedo hacer esto. De que soy más que lo que la gente pensaba.
Patricia visitaba el sitio regularmente, llevando almuerzo y apoyo moral. Un día, mientras comían sentadas en cajas de materiales, su amiga le preguntó algo que había estado evitando.
—¿Qué hay entre tú y Sebastián?
Valentina casi se atragantó con su sándwich.
—¿Qué? Nada. Solo trabajamos juntos.
—Valentina, te conozco desde que teníamos ocho años. Sé cuándo estás mintiendo. —Patricia la miró con esa expresión que significaba que no aceptaría evasivas—. La forma en que hablas de él, cómo se ilumina tu cara cuando llega al sitio… es diferente.
—Es demasiado pronto —admitió Valentina finalmente—. Apenas terminé con Rodrigo. Bueno, técnicamente él terminó conmigo, pero ya sabes a qué me refiero.
—¿Y si no se trata de tiempo? ¿Y si se trata de la persona correcta?
Valentina miró hacia donde Sebastián estaba hablando con los ingenieros, gesticulando animadamente mientras explicaba algo. Incluso desde la distancia podía ver la diferencia entre él y su hermano. Sebastián escuchaba cuando la gente hablaba, valoraba sus opiniones, no necesitaba ser el centro de atención constantemente.
—Me asusta —confesó—. Me asusta sentir esto tan rápido después de todo lo que pasó.
—El miedo es bueno —dijo Patricia—. Significa que importa. Con Rodrigo nunca tuviste miedo, porque en el fondo sabías que no era lo suficientemente real como para lastimarte verdaderamente.
Las palabras de su amiga resonaron en Valentina durante días. ¿Había sido así? ¿Había mantenido una parte de sí misma protegida incluso cuando pensaba que estaba completamente enamorada de Rodrigo? La respuesta llegó una tarde, cuando Sebastián la invitó a cenar para celebrar que la estructura principal del edificio estaba completa. Eligió un pequeño restaurante familiar, no los lugares pretenciosos que Rodrigo siempre prefería.